San Cristóbal, unida por el dolor tras la explosión

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En la unión está la fuerza”. Es una de las famosas frases callejeras que ha tomado peso a lo largo de estos tres días en San Cristóbal, luego de que una estruendosa explosión el lunes en el municipio cabecera de la provincia sureña registrará decenas de fallecidos y más de cincuenta heridos.

La solidaridad entre los vecinos y de distintas personas y organismos, es una de las constantes latentes en las calles del centro de San Cristóbal, especialmente en la “zona 0” del desastre y el hospital Juan Pablo Pino, epicentro donde los familiares se han volcado en búsqueda de información de sus relativos afectados por la explosión que se registró en el calle Padre Ayala.

Desde botellas de agua, energizantes, leche, galletas y jugo, son de las provisiones ofrecidas a los familiares en las afueras del hospital, donde el lamento y la incertidumbre ocupan más espacio que la gente.

“Vengan, vengan que yo sé lo que ustedes están pasando”. Era lo que vocifera un señor mientras invitaba a los sancristobalences a tomar jugo y agua.

“Señora, Dios es quien da la fuerza”, fueron las palabras que le siguieron al caballero a Mary, una joven de unos 30 años, que apoyada por otros familiares lloraba por su hermano, quien está interno en el hospital en estado delicado.

Mientras la joven continuó llorando, unos seis jóvenes se acercaron a ella “déjenos orar por usted”, fue la petición inicial de Anan del Rosario, un joven de unos 23 años que se trasladó desde Santo Domingo a San Cristóbal con otros compañeros del Ministerio Elim, procurando ayudar.

Se acercaron a ella y junto a sus demás familiares y el murmullo de la gente iniciaron la oración por el relativo de Mary, que aún se encuentra ingresado en el centro.

“¿Qué los movió a venir aquí?” Fue la cuestión de periodistas de LISTÍN DIARIO, a lo que Anam respondió, que se trasladaron a llevar provisiones, pero “estábamos viendo la necesidad qué hay de oración” y se motivaron a realizarlo.

Vamos a orar por ti también, que vinieras a preguntarnos no fue casualidad”, fue lo que murmuro Yoelin, una joven de 30 años, a la reportera de este diario y una vez finalizada la oración siguieron socorriendo con palabras a los familiares, aunque aseguraron que no se trata de ellos, sino “de Dios”.

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